Una misma trama
subyacente como causa de todo ¿nuevo? episodio: la ineptitud de las fuerzas de
oposición al gobierno nacional para afectar decisivamente el curso de los
acontecimientos deriva en la intrusión del escenario por elementos ajenos a la
competencia específica, cuyos intereses y racionalidad son (y deben, o
deberían, ser) distintos a los de quienes participan de la electoralidad de
modo regular.
La grieta casi
irreconciliable que existe entre la tramitación de un programa de gobierno que
sustituya al vigente en la actualidad, y los votos necesarios para sustentarlo
es el drama en cuestión. La semana que está terminando, y que se iniciara con
la celebración de elecciones primarias en las provincias de Santa Fe y Mendoza,
no fue la excepción. Y la duda pasa por la utilidad de publicar si a fin de
cuentas uno va a acabar reiterándose tanto en un mismo esquema.
Santa Fe y Mendoza son
dos de los distritos en que las peculiaridades locales del sufragio subordinan
en mayor medida a las variables nacionales que lo circundan. Pero la proyección
de cada cifra provincial de cara a las presidenciales de agosto/octubre es el
litigio principal e ineludible de cada debate que a su respecto se abre. Más
allá de las complicaciones que tal operación supone, y por ende de lo débil y,
en lo más probable, efímero de las conclusiones que de ello se pueda estipular.
Sobre todo porque se trata de dos comarcas que, al mismo tiempo, como pocas otras exponen lo caótico del jeroglífico en que ha estallado el sistema
de partidos a la salida de la crisis neoliberal en 2001.
En Mendoza salió a la
cancha una muestra en miniatura del sueño húmedo del establishment, la mega
confluencia antikirchnerista. En su entendimiento, única ruta de escape a la
continuidad, mensaje que choca de frente contra el de inevitabilidad inminente del fin de
ciclo. Resulta complejo discernir por qué hace falta un entendimiento semejante
para enfrentar a un moribundo, pero se sabe que en esos territorios se ha
dejado de considerar a la lógica como requisito discursivo. El triunfo, así y
todo, fue exiguo. Pero el dato menos decisivo, como siempre, es el numérico. El
principal equívoco de quienes aspiran a calcar la construcción en que se apoyó
la candidatura de Alfredo Cornejo pasa por la incorrecta lectura que hacen del
papel que jugaron allí Maurizio Macrì y Sergio Massa. El apoyo que dieron ambos
al vencedor no pasa de lo declarativo.
Las estructuras allí
utilizadas pertenecen casi en su totalidad a la UCR. Apenas algo puede haber
sumado el alcalde porteño dada la previa captura que había hecho del Partido Demócrata.
El rechazo de los jefes radicales a compartir la foto con ambos precandidatos
presidenciales es la mejor pauta de las dificultades de combinar allí donde sí
todos tengan algo a contemplar.
El peronismo mendocino
pretendió, convenientemente, eludir que el crecimiento cerca de los Andes de la
restauración aliancista no se explica fundamentalmente en una impugnación a la
presidenta CFK, sino a ocho años de gestiones locales evaluados negativamente. Y arribó a las urnas, entonces, con un diagnóstico deficiente.
Al margen de la disputa interna que hubo, antes bien importa el modo en que discurrió. Aun cuando el candidato de La Cámpora, Guillermo Carmona, fue derrotado ampliamente por el auspiciado por el gobernador Francisco Pérez (y más decisivamente por el vicegobernador y real autoridad partidaria, Carlos Ciurca), el senador Rolando Bermejo --todo modo, un senador nacional sistemáticamente consecuente con el bloque del Frente para la Victoria--, al FpV le alcanzó para dejar sentado que, si bien no bastará con la sigla para la hazaña de dar vuelta el resultado, mucho menos ello será posible sin su concurrencia en la empresa. A tal fin, han sido oportunas las primeras reacciones conocidas tanto de CFK como de su postulante, en el sentido de aportar a la unidad del espacio de cara a los comicios definitivos. Lo que debería, de una buena vez por todas, persuadir a quienes todavía lo duden en cuanto a la voluntad de triunfo peronista de la primera mandataria.
Al margen de la disputa interna que hubo, antes bien importa el modo en que discurrió. Aun cuando el candidato de La Cámpora, Guillermo Carmona, fue derrotado ampliamente por el auspiciado por el gobernador Francisco Pérez (y más decisivamente por el vicegobernador y real autoridad partidaria, Carlos Ciurca), el senador Rolando Bermejo --todo modo, un senador nacional sistemáticamente consecuente con el bloque del Frente para la Victoria--, al FpV le alcanzó para dejar sentado que, si bien no bastará con la sigla para la hazaña de dar vuelta el resultado, mucho menos ello será posible sin su concurrencia en la empresa. A tal fin, han sido oportunas las primeras reacciones conocidas tanto de CFK como de su postulante, en el sentido de aportar a la unidad del espacio de cara a los comicios definitivos. Lo que debería, de una buena vez por todas, persuadir a quienes todavía lo duden en cuanto a la voluntad de triunfo peronista de la primera mandataria.
Acerca de Santa Fe, en
realidad habrá que celebrar nuestra tardanza en el comentario, siendo que el
escrutinio comicial ha quedado envuelto en serias dudas. Tras dos pésimos
turnos del socialismo que venían precedidos por otros tantos de desventuras del peronismo de la bota, otrora temible, y en el marco de un serio dilema con el
narcotráfico que ha llegado incluso a capturar el Estado, las cosas no han
variado desde 2011 más que en lo mínimo que hacía falta para que Miguel Del Sel
arrimara lo que no logró hace cuatro años. Tampoco en Mendoza, si de
porcentajes hablamos, más allá de que esta vez han evitado la partición que
sufrieron cuando se consagrara Pérez en coincidencia con el arrase de Cristina
Fernández.
No conviene seguir expandiéndose, cuando todo ha ingresado a zona de incógnita a la espera de recuento. En cualquier caso, parecería que la maniobra estuvo más dirigida a opacar a la oferta kirchnerista, de Omar Perotti, que a Del Sel, cuyo primer puesto no estaría en duda. La escena con que el actual diputado nacional denunció la maniobra en la Cámara de Diputados de la Nación da cuenta de la mayor solidez del armado del FpV. Quienes circulen por este blog a menudo sabrán de sobra que aquí no otorgamos exclusividad al ingrediente mediático. Pero en esta oportunidad es imposible dejar de lado que a partir de estas dos elecciones se intentó dibujar, ya desde la mañana siguiente a ambas votaciones, un gigantesco edificio de humo.
De acercar a Macrì con Massa se trata, de nuevo, a despecho de lo referido sobre este particular ut supra. Sonaba raro esa editorialización cuando al mismo tiempo se leía que la oposición (escrito así, en general) había aplastado al kirchnerismo.
Con el correr de las horas, y mientras el gobernador Antonio Bonfatti se enreda en lo inexplicable, queda todo más claro.